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Monday, June 24, 2013

¿Se puede considerar a la guerra un arte?

La guerra ha sido parte de la vida del ser humano desde que las primeras poblaciones de nómadas comenzaron a asentarse alrededor de las plantaciones de trigo. El primer lugar donde este cambio se produjo, pasar de poblaciones nómadas a asentamientosagrícolas, fue Oriente Medio, concretamente la antigua ciudad de Jericó en la actual región de Cisjordania. Desde hacía tiempo, los habitantes de esta ciudad recolectaban el trigo y lo empleaban para producir muchos de los productos que conocemos hoy en día, pero progresivamenteaprendieron a domesticar las semillas para controlar la cantidad de trigo que cultivaban, llegando a producir más de lo que consumían. Esto generó celos en las poblaciones vecinas, que carecían del conocimiento o de las condiciones favorables ―agua, tierra fértil, herramientas, trigo cuyas semillas pudieran ser replantadas y animales domesticados― para reproducir este significativo avance. La ciudad de Jericó tuvo entonces que ser fortificada, aunque no pudo evitar ser conquistada y reconquistada en numerosas ocasiones. La guerra organizada y planeada, por tanto, no es más que un intento de robar al vecino para conseguir lo que no se tiene, y halla su origen hace 10.000 años, con los nómadas del desierto que atacaron Jericó para robar el superávit de cereal. Nada que ver con las teorías sobre el instinto humano auto destructivo o de supervivencia.

Piero di Cosimo, Batalla entre los lapitas y los centauros, c. 1500-1515. Óleo sobre madera, 71 x 260 cm. TheNationalGallery, Londres.
Piero di Cosimo, Batalla entre los lapitas y los centauros, c. 1500-1515. Óleo sobre madera, 71 x 260 cm. TheNationalGallery, Londres.


Desde que comenzaran estas primeras reyertas ha pasado mucho tiempo y las situaciones en que se ha producido la guerra han variado mucho.

Wednesday, June 19, 2013

¿Quién eres, David Bowie?

¿Quién ha oído hablar de David Robert Jones? Mejor reformulo la pregunta: ¿quién ha oído hablar de David Bowie? Seguro que ahora alguno más ha levantado la mano. Es uno de esos músicos que puede gustarte o no, pero al que seguro que eres capaz de imaginarte en más de una de sus múltiples versiones. El adjetivo más utilizado para referirse a él debe de ser “camaleónico” (no por nada una de sus canciones más célebres se titula “Changes”).
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Su fama trasciende lo meramente musical desde que a principios de los 70 creara el personaje de Ziggy Stardust, un alter ego cuya imagen es, seguramente, una de las primeras que nos vienen a la cabeza al pensar en el cantante.

Saturday, June 15, 2013

Manos, ¿para qué os quiero?

Desde que desaparecieran los aprendices, el valor y la utilidad del trabajo manual ha ido perdiendo prestigio a pasos agigantados. Las constantes reformas educativas que absorbieron los oficios que anteriormente se aprendían y perfeccionaban en los talleres, pasaron a formar parte de la enseñanza profesional, la conocida como formación profesional, que proporcionaba conocimientos teóricos además de prácticos. Me abstendré de valorar la justicia o acierto de esta estrategia ―de alguna manera había que ocupar a la cantidad de jóvenes que se negaban a estudiar y no podían encontrar trabajo en la España de la transición―, pero las consecuencias, en mi humilde opinión, pueden percibirse en dos aspectos diferentes.

Frank Duveneck, El aprendiz de zapatero, 1877. Óleosobrelienzo, 100,3 × 70,8 cm. Taft Museum of Art, Cincinnati.
Frank Duveneck, El aprendiz de zapatero, 1877. Óleosobrelienzo, 100,3 × 70,8 cm. Taft Museum of Art, Cincinnati.


La primera es que ya nadie quiere trabajar con sus manos.

Monday, June 10, 2013

Corea; a cada época, su traje

Será por la lejanía, tanto física como cultural, que Asia siempre fascina. Y si eso pasa ahora que internet hace que cualquier lugar del mundo esté a la vuelta de la esquina, no puedo ni imaginar en la Edad Media o el Renacimiento, cuando la única manera era coger un barco, o un caballo, y tirar millas esquivando ladrones, guerras, temporales y demás aventuras que se pusieran en tu camino. Pero claro, luego lees a Marco Polo y entiendes que la gente se arriesgara.

También está el hecho de que estos países tardaran tanto en abrir sus fronteras al comercio y visitantes extranjeros (muchos de ellos todavía son muy restrictivos y otros ni siquiera te dejan sacar fotos al exterior, sí, hablo de Corea del Norte), por lo que sólo se conocía lo que los evangelizadores que iban a esos países podían contarnos (siempre desde su sesgado punto de vista religioso y moral) y lo que los mismos países querían mandar al extranjero (un poco lo mismo).

Pedro Pablo Rubens, Hombre con traje coreano, 1617. Carboncillo con toques de sanguina en el rostro, 38,4 x 23,5 cm. The J. Paul Getty Museum, Los Ángeles.
Pedro Pablo Rubens, Hombre con traje coreano, 1617.
Carboncillo con toques de sanguina en el rostro, 38,4 x 23,5 cm.
The J. Paul Getty Museum, Los Ángeles.


Pese al K-Pop y al Gangman Style,

Friday, June 7, 2013

Un amor de película

La historia del arte está llena de anécdotas que hoy entrarían sin problema en la crónica rosa de los programas de televisión más vistos de la hora de la siesta. Hay historias de amistad, odio, pasión, envidia, codicia y, cómo no, también amor. En esta última categoría, el arte moderno tiene pocas historias más de película que la que vivieron la pintora Georgia O’Keeffe y el fotógrafo Alfred Stieglitz.

Alfred Stieglitz y Georgia O'Keeffe, 1929. Yale Collection of American Literature, New Haven, CT.
Alfred Stieglitz y Georgia O'Keeffe, 1929.
Yale Collection of American Literature, New Haven, CT.


Se enamoraron perdidamente después de conocerse en la galería de arte de vanguardia que Stieglitz regentaba en Nueva York, la mítica 291. Ella, que llegaría a ser la primera mujer en tener una retrospetiva en el MoMA, era entonces una desconocida.

Wednesday, June 5, 2013

Arte fotos

La fotografía parece un arte reservado a la revista NationalGeographic o al concurso internacional más importante del mundo, el WorldPressPhoto. Sin embargo, hay muchos fotógrafos que han explorado las múltiples posibilidades de este invento relativamente moderno en relación con la pintura clásica. Desde comienzos del siglo XIX, cuando Daguerre inventó el daguerrotipo, algunos fotógrafos emplearon las tradiciones del arte pictórico, incluyendo a los grandes maestros, para explorar y justificar su arte.

Oscar Gustav Reijlander, The two ways of life, 1857. 41 x 79 cm. Royal PhotographicSociety, Bath.
Oscar Gustav Reijlander, The two ways of life, 1857. 41 x 79 cm. Royal PhotographicSociety, Bath.


Recientemente, la NationalGallery de Londres dedicaba una exposición, Seducedby art: Photographypast&present,

Saturday, June 1, 2013

Locos... ¿o no tanto?

El siglo XX fue un siglo de reivindicaciones en todos los ámbitos. El arte, por supuesto, no se quedó fuera de esta tendencia, tal y como demuestra un rápido vistazo a algunas de las obras maestras del siglo. Muchos de esos cuadros o esculturas que hoy tenemos por imprescindibles hubieran sido tirados directamente a la basura sólo medio siglo antes.

Antonio Ligabue, Autoritratto - inv.177, 1954. Collezione Banca Popolare di Bergamo.
Antonio Ligabue, Autoritratto - inv.177, 1954.
Collezione Banca Popolare di Bergamo.


En esta sucesión de barreras derribadas, acaso la última y más radical fue la de llamar la atención sobre el potencial creativo de los enfermos mentales.

Wednesday, May 29, 2013

Amor es más

Pensamos en amor y lo primero que nos viene a la mente es una pareja, amantes, novios, matrimonio,... Y no nos damos cuenta de lo estrecho de nuestro pensamiento. Porque en realidad ¿qué es el amor? Parece que en la sociedad de hoy este concepto se ha reducido a su vertiente romántica, dejando a un lado el amor a los amigos, a la familia, a una divinidad (o varias, a gusto del lector), a otras personas por el mero hecho de ser humanas, a los animales, amor a las artes, al buen tiempo (un día de primavera en el parque), a la naturaleza, incluso a las cosas.

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Gustav Klimt, El beso, 1907-1908.
Óleo sobre lienzo, 180x180 cm.
Österreichische Galerie, Viena.


Tuesday, May 28, 2013

Líneas españolas

Cuando uno hace un rápido repaso mental a sus obras de arte favoritas, es posible que haya más de un dibujo en la lista. Hoy somos capaces de mirar un dibujo con el mismo interés que una pintura, pero conviene recordar que esta es una actitud propia de nuestra sensibilidad moderna y, por tanto, muy reciente. Antes del siglo XIX, antes de la aparición del espíritu romántico, los dibujos cumplían un papel estrictamente secundario. No eran más que bocetos para futuros cuadros o, en el mejor de los casos, arrebatos de libertad del artista. De ninguna manera, sin embargo, estos dibujos podían competir con un cuadro. Cierto que hay excepciones (Durero y Rembrandt son los más evidentes), pero si hacemos un repaso a la historia del arte, debemos esperar a Goya para ver el dibujo convertido en una disciplina merecedora de una apreciación puramente estética.

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F. Zurbarán (atribuido a), Cabeza de monje, c. 1635-55.
Lápiz negro, aguada y tinta sobre papel, 276 x 195 mm.
The Trustees of the British Museum.


Monday, May 27, 2013

La carne de Rodin

[Rodin] Era un trabajador cuyo único deseo era penetrar con todas sus fuerzas en la humilde y complicada importancia de sus herramientas. Reside ahí una cierta renuncia a la Vida, pero justo en esa renuncia reside su triunfo, pues la Vida entró en sus obras.


Estas son las palabras con las que Rilke concluyó el monográfico sobre Rodin que escribió en 1919. La relación entre estos dos artistas comenzó cuando Rilke se trasladó a París para aprender del maestro su noción de belleza. Se le había encargado un texto para una revista y no dudó en trasladarse a la capital francesa para conocer de cerca al que, dicen, supondría la mayor influencia en la poesía del genio alemán. El consejo que recibió de este fue:«Hace falta trabajar, nada más que trabajar. Y tener paciencia». Las conversaciones entre estos dos escultores, de poemas o piedras, resultaron muy fructíferas para el joven escritor durante los escasos meses que pudo soportar al viejo cascarrabias. De ellas extrajo la convicción de que solo se podía alcanzar el ideal deseado por medio del trabajo. Y se puso manos a la obra. Sacrificó todo lo demás. Como afirmó en una de sus cartas a Clara, su esposa: «uno debe elegir entre esto y lo otro. O felicidad o arte.»

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Auguste Rodin, Fugit Amor, hacia 1885. Mármol, 51 x 72 x 38 cm. MuséeRodin, París.


Thursday, May 23, 2013

Color, trazo, luz: ¡bingo!

¿Qué ha sido de esta diversión tan popular otrora? Recuerdo cuando los bingos eran un lugar de peregrinaje al que la gente se dirigía para tentar a la suerte y multiplicar sus magros sueldos. En realidad, era más un pasatiempo que otra cosa, ya que las posibilidades de ganar siempre han sido escasas, solo una persona puede cantar línea y solo otra cantará bingo. Aunque claro, todo depende de las partidas que se jueguen. No había tampoco barrio o asociación cultural, hogar del jubilado, fiestas de pueblo, tarde en casa con la familia, que se preciara que no organizara una velada de: 22, los dos patitos; 15, la niña bonita; 13, la mala pata; 11, las banderillas; 33, la edad de Cristo, etc. Todo empezó cuando en 1977 cambió la ley en España y se legalizó el juego (este y todos los demás). En esos primeros años, pues, fue cuando se produjo la proliferación de salas y su arraigo en la cultura española. ¿Quién no recuerda Los bingueros (Mariano Ozores, 1979)?  ¿O la infame versión que Ozores se hizo de su misma película en Ya no va más (1988)? ¿O Las chicas del bingo (Julián Esteban, 1982)? Es cierto que en todas estas películas el bingo era una excusa para pasar de alguna manera u otra al verdadero asunto del filme, que no era otro que mostrar a chicas ligeras de ropa, pero al menos suponían un desvío de la recurrente temática del cine español, que si no me equivoco no pasa un año sin que produzca, como mínimo, dos o tres películas sobre la tan nuestra Guerra Civil. Digo esto porque este año, del que llevamos solo cinco meses, ya se han hecho dos: Un Dios prohibido (Pablo moreno, 2013)  y La mula (Michael Radford, 2013). Pero si hacen falta datos para apoyar todavía más mi tesis aquí os dejo esta magnífica página web:http://www.uhu.es/cine.educacion/cineyeducacion/historia_guerracivil.htm.

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Escena de la película Los bingueros protagonizada por Andrés Pajares y Fernando Esteso (Mariano Ozores, 1979).


Wednesday, May 8, 2013

La verdad del poliedro

Matisse pasó la mayor parte de su vida intentando buscar la verdad. Para él la verdad estaba escondida tras la simplificación de las líneas y la combinación de colores. Por este motivo se dedicaba a estudiar sus propias obras y repetirlas con el objetivo de mejorar su técnica en cada nuevo cuadro que completaba. No son pocos los que han realizado series y copias de sus cuadros, pero es significativo que Matisse buscara no sólo comparar la luz o sus efectos sobre un determinado objeto, sino superarse individualmente con cada obra, alcanzar el cuadro verdadero, la perfección total.

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François Lemoyne, El Tiempo salvando a la Verdad de la Falsedad y la Envidia,
1737. Óleo sobre lienzo, 180.5 x 148 cm. Wallace Collection, Londres.


Libros y representaciones

«La ilustración es algo más que el ornato del libro,
ya que nos ofrece un comentario gráfico de su contenido
un reflejo de la sociedad en la que apareció el libro y,
en algunos casos, puede constituir principal motivo de interés.
»


Antes del cómic y el manga, antes de que la gente pensara que un niño necesita de dibujos para entender un texto y con ello colocara los libros ilustrados en una categoría pueril (sensación que los lectores de cómics conocen perfectamente), estos ya existían. ¡Los primeros datan ni más ni menos que del Antiguo Egipto! Se hicieron especialmente populares durante la Edad Media (si tenemos en cuenta la cantidad de libros que de hacían entonces, claro), auténticas obras de arte pintadas en pergamino, vitela y, más tarde, papel.

Ya en el siglo XVIII se convirtieron en un importante factor de desarrollo cultural, con numerosos lectores de mediana edad que exigían ilustraciones en sus obras, ya fueran estas creación del propio autor, o interpretación de otro artista. ¿Quién no ha quedado fascinado por El principito o Alicia en el País de las Maravillas, inconcebibles sin las ilustraciones que los acompañan?




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Jerusalén, Plato 51, 1804-1820.
Acuarela, 22,5 x 16,2 cm.
Yale Center for British Art, Yale University, New Haven.


Wednesday, April 17, 2013

Paisajes antiguos y modernos

Hay dos tipos de personas, a las que les gustan los retratos y a las que les gustan los paisajes. Personalmente soy una de las personas de paisaje, en mi cámara de fotos raramente encontrarás un primer plano de una persona, y desde luego, ni una foto mía (no es que piense que las fotos roban el alma, pero casi).

Runge (sí, el de la esfera) dijo que «todo conduce necesariamente al paisaje» y no puedo estar más de acuerdo. Absolutamente todo lo que vemos es, o contiene, un paisaje, aunque a veces nos neguemos a reconocerlo con la excusa de que «no es naturaleza». Es tan importante que hasta la UNESCO recomienda su protección (cosa que no tardaremos en agradecer, viendo el camino que llevamos).

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J.M.W.Turner, El valle de Ashburnham, 1816.
Acuarela sobre papel, 38 x 56,4 cm.
The British Museum, Londres.


Una acción discutible

Todo empezó una mañana del 8 de julio de 1853. El comodoro Matthew Calbraith Perry a bordo del USS Susquehanna llegó a las costas de Japón, al puerto de Edo (actual Tokio), con la intención de negociar un tratado comercial con EE.UU. Sus demandas eran la apertura de al menos un puerto al comercio extranjero y la seguridad de que las propiedades y pescadores americanos serían respetados. Al verse opuesto por una negativa amenazó con emplear la muy superior fuerza armamentística de que disponía. Ante semejante disparidad, los gobernantes japoneses no tuvieron otra opción que ceder. El tratado se firmó el 31 de marzo de 1854. Este singular evento tuvo drásticas consecuencias para la sociedad japonesa. Al principio, los shogunes, los daimyos y los samuráis ―comandantes en jefe, grandes lores y guerreros que ostentaban el poder real tras el emperador figurante― se resistieron e intentaron conservar el orden feudal existente. Se sucedieron años de numerosas refriegas hasta que en 1868, el que se conoce como el último samurái, Saigō Takamori, sucumbió a las fuerzas del general Tateki en una dura batalla que frustró todo futuro levantamiento al demostrar la superioridad de las armas modernas frente a la tradición.

Derrotados los samuráis y sus privilegios, comenzó una nueva era, conocida como la Restauración de Meiji. Esta supuso la apertura de Japón a occidente en forma de intercambios comerciales y culturales. Lo que siguió a esta apertura fue que el arte japonés se dio a conocer en Europa, principalmente en forma de impresiones xilográficas de los maestros del ukiyo-e ―nada que ver con electrónico, pues significa «imágenes del mundo flotante»― que pudieron verse por primera vez en la Exposición Universal de Londres en 1862, donde fueron una de las principales atracciones. Posteriormente, en la Exposición Universal de París de 1867, este arte se dio a conocer entre los artistas franceses quienes rápidamente lo absorbieron y se empezaron a servir de sus características para sus nuevas creaciones. Lo que les atraía de este nuevo arte eran sus figuras alargadas, las composiciones asimétricas, la perspectiva aérea, los espacios vacíos excepto por abstracciones de color y línea, y su interés por los singulares motivos decorativos. De esta manera, empezando por los impresionistas y llegando hasta los cubistas, muchos fueron los autores que se apoyaron en estos nuevos elementos para romper con las convenciones academicistas que consideraban opresoras.

 

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Claude Monet, Alameda en el río Epte, 1891.
Óleo sobre lienzo, 100 x 65 cm.
Colección privada.

 

Quien no dudó en abrazar este nuevo estilo para conseguir variados efectos en su pintura fue Vincent van Gogh, pues llegó incluso a realizar copias de algunas estampas de Hiroshige con la intención de estudiar a fondo su atrevida temática, sus colores intensos y la elegancia y sencillez de sus seguras líneas. En algunos trabajos posteriores de van Gogh se puede todavía apreciar esta influencia permanente en los contornos negros, el contraste de colores y las composiciones recortadas, características estas propias de los grabados japoneses.

Utagawa Hiroshige es el artista de ukiyo-e más reconocido en Japón y menos reconocido en el mundo occidental. Aunque La gran ola de Kanagawa, de Katsushika Hokusai, es el ejemplo de estampa más repetido y en occidente todos le tienen por el mejor artista, en la lejana isla oriental este desconocimiento del que ellos consideran el gran maestro de la xilografía les hace sonreír. Para subsanarlo, la Pinacoteca de París presentó recientemente una exposición doble, L'art du voyage, en la que confrontaba la obra de de Vincent van Gogh a la de este genial artista, su principal inspiración.  El título de la muestra hace referencia no sólo a los viajes de Hiroshige desde Edo a Kioto, donde produjo una cincuentena de estampas, sino también al viaje interior que propone al observar la naturaleza en sus cuatro estaciones, contemplar el pasar del tiempo y examinar la vida de la ciudad como exceso de sensaciones que esta ofrece al cuerpo. Un lujo que fue descubierto en Europa en el siglo XIX y que ahora añadimos nosotros a nuestra colección.

 

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Utagawa Hiroshige, En los predios del santuario Akiba en Ukeji. Ukeji Akiba-no keidai, agosto de 1857.
Grabado en madera y color, 36 x 24 cm.
Museo de Arte de Brooklyn, Nueva York.

 

Pocas veces una expedición con intenciones tan mundanas y egoístas resultó en un beneficio tan extenso y renovador. Si no hubiera sido por el comodoro Calbraith, o más bien por el afán expansionista estadounidense, no sabemos cuándo hubiéramos tardado en poder disfrutar de este lindo hallazgo que sirvió a tantos artistas para renovar el orden pictórico establecido. Por una vez, agradezcamos las buenas consecuencias de una discutible acción que no hizo, nada más y menos, sino abrir las puertas a la modernidad.

En Parkstone tenemos los libros de Mikhail Uspensky y Edmond de Goncourt, Hiroshige y Ukiyo-e (en francés) respectivamente, que te servirán de iniciación para este viaje de fantasía y tradición que nos proponía la Pinacoteca de París. 

Tuesday, April 16, 2013

El pequeño gran país

Cualquier oportunidad es buena para ir a Escocia. Cuando estuve viviendo allí recuerdo que el eslogan del momento decía que era el mejor país pequeño del mundo. Sinceramente, esto de los eslóganes de las ciudades, regiones o países siempre me ha parecido divertido, sobre todo por la capacidad inventiva de los publicistas para promocionar ciertos lugares con las frases más exageradas. Ahora mismo se me vienen a la cabeza dos de mis favoritos: «Cantabria infinita» y «Castilla y León, cada día un fin de semana». ¿Cómo vamos a dejar de ir a dos lugares así? Combinados, digo yo, sería algo así como el paraíso, ¿no? ―que no se asuste Corocotta que de momento los castellanos se conforman con ser un puerto seco―. Pero volvamos a Escocia. Su eslogan, que conste, no fue inventado por una agencia de publicidad, sino por el anterior Primer Ministro, y es que el país al norte del muro de Adriano es de sobra conocido por su capacidad inventiva. Basta solo pasar una tarde en el pub para que le crezca el orgullo patrio a algún «local» y nos haga una extensa lista de todas aquellas cosas que han inventado a lo largo de la historia. En todos los campos imaginables. Aunque a medida que se vaya calentando la tarde, y las tardes en Escocia solo se calientan de una manera, es muy probable que intente convencernos de que incluso el McDonald’s, la música rock ―los antepasados de Elvis eran de Caledonia (?)―, o hasta el mundo moderno, gracias a la hipótesis de Arthur Herman, son de origen escocés. Algunos defienden, y aquí es donde entra en juego la tesis de Herman, que las causas de todas estas invenciones son el período de la Ilustración que se desarrolló en el siglo XVIII, o el hecho de que fuera el primer país en diseñar un sistema de educación pública general allá por el siglo XV. Yo, por mi parte, siempre he pensado que, aparte de todos estos elementos que seguramente tendrán algo que ver, lo más probable es que si tienes que quedarte en casa todo el año debido al frío que hace lo lógico es que acabes inventando algo, aunque solo sea para distraerte. Y más teniendo en cuenta que por aquel entonces no había televisión.

 

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Joseph Mallord William Turner, Loch Coruisk, Skye, 1831. Acuarela sobre papel, 8,9 x 14,3 cm. The National Gallery of Scotland, Edimburgo.

 

Pero no todo en la vida son inventos y adaptaciones de otros inventos. Escocia está plagada de muchos otros atractivos que no hace falta que me ponga a detallar, ya que ellos solos saben hacerse la publicidad muy bien. Pocos países han conseguido convencer a tanta gente de poseer una cultura ancestral basada en inventos modernos. Y si no os lo creéis investigad sobre los orígenes de la gaita o de la falda. Aquí me veo en la obligación de hacer un inciso y retirar lo que acabo de decir, pues si esto lo leyera por casualidad algún escocés lo más probable es que me tirara al suelo de un barrigazo por llamarle falda a su atuendo nacional, el kilt. Dicho queda. ¿Y qué me decís del monstruo del Lago Ness? Una obra maestra, eso es lo que pienso yo.

Lo que ciertamente es innegable es la historia literaria que atesoran y que ha hecho pasar grandes momentos a generaciones de lectores de todos los países del mundo. Scott, Doyle o Stevenson son solo algunos de los nombres que pueblan en la historia de los grandes escritores y que a mí personalmente más me han hecho disfrutar. Todos ellos encontraron su inspiración en esa ciudad encantada que es Edimburgo y que da hogar a tantas fantasías y leyendas. Y aquí es donde llego al objetivo de esta entrada, pues en Edimburgo es donde hace poco se celebró el premio BP al mejor retrato del año 2012, que obtuvo Aleah Chapin por su obra Auntie. La exposición, BP Portrait Award 2012, tuvo lugar en el magnífico edificio de la Scottish National Portrait Gallery y contó con la presencia de cincuenta y cinco trabajos que se seleccionaron de entre más de 2000 propuestas internacionales. Como curiosidad diremos que el segundo premio se lo llevó el español  Ignacio Estudillo por su obra El abuelo.

 

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Aleah Chapin, Auntie, 2012.
Óleo sobre lienzo, 147,32 x 96,52 cm.

 

Así que no perdáis la oportunidad de acudir a esta encantadora ciudad, en todos sus sentidos, y presentaros en la Portrait Gallery aunque ya haya pasado la exposición, porque ya habéis visto la cantidad de emociones que la visita os puede deparar. Para profundizar sobre el sujeto de los retratos en Parkstone tenemos el libro de Victoria Charles y Klaus H. Carl, 1000 Portraits of Genius (en inglés), que os puede ayudar a conocer la historia de este arte. 

Thursday, April 11, 2013

«Dejad que vea si mi pie entra en ella»

A veces, parece acertado definir el paso a la edad adulta como una sucesión de mitos despatarrados: narraciones maravillosas que asimilamos en la infancia y cuya falsedad se nos hace evidente con los años. Descubrimos, por ejemplo, que (¡atención, niños!) son las macetas del salón y no los camellos de los Reyes Magos las que se beben el agua que dejamos junto a la chimenea en la víspera la Epifanía, que los ratones no tienen el más mínimo interés por nuestros dientes de leche, que el príncipe encantador nunca llegará montado en su blanco corcel (es más, parece que la realeza sale un poco rana últimamente) y que la Luna en realidad no nos acompaña a casa por las noches.

También hay mitos más pequeños, sutiles y personales que estos. En mi caso, uno de ellos fue el de las zapatillas de cristal de la Cenicienta. La protagonista de este cuento inmortal recibe por gracia del Hada Madrina «vestidos de oro y seda recamados de pedrería (...) [y] unas chinelas de cristal, las más lindas que humanos ojos hayan visto».* Como podéis imaginar, mis pequeños ojos humanos se extasiaban ante la imaginaria belleza de tales zapatos: ¡qué prodigios debía obrar la buena magia del hada para que la Cenicienta bailara hasta la medianoche en ellos, y para que incluso fuera capaz de correr!

 

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Zapato de tacón, 1961.
Diseñado por Roger Vivier.
Cuero, seda, vidrio, plástico, metal e hilo metálico, longitud: 24,8 cm.
Donación de Valerian Stux-Rybar, 1980.
The Costume Institute, The Metropolitan Museum of Art, Nueva York.

 

Por desgracia, mi gozo se cayó a un pozo profundo hace ya unos cuantos años, cuando empecé a estudiar francés —esa arte diabólica que es— y me dijeron que el cristal era probablemente resultado de un equívoco entre los homófonos verre (‘cristal’) y vair (‘cuero de un tipo de ardilla’) del bueno de Perrault allá por el siglo XVII. Así pues, los zapatos que llevaba Cenicienta debían ser de piel curtida más bien mate y cenicienta, como su portadora y como mi espíritu después de tamaña desilusión. (Lástima que Disney hiciera archifamosa la versión francesa y no la de los zapatos bordados de plata y seda de los hermanos Grimm).

 

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John Everett Millais, Cenicienta, 1881.
Lord Lloyd Webber Collection.

 

No obstante, en el fondo tiene más sentido que Cenicienta llevara unos zapatos poco lustrosos, ya que el Príncipe debía enamorarse de su alma pura y su buen corazón, y no de una vestimenta caduca... aunque algo me dice que esta conclusión probablemente sea fruto del razonamiento que los adultos utilizan para suplir el desencanto. En el mundo real no hay chinelas de cristal, chapines colorados, zapatillas rojas ni botas de siete leguas, pero encontramos zapatos vanidosos, arrogantes y llenos de personalidad —manoletinas o merceditas, bailarinas, mocasines, botines, zapatos Oxford, bambas o playeras, plataformas, cuñas, deportivas, sandalias...—. Nos ponemos (o se nos ponen) zapatos por motivos puramente estilísticos, por comodidad, para aliviar el dolor, para ser el foco de las miradas, para que nadie dude de la clase a la que pertenecemos, para ir a la iglesia en domingo, para calzarnos menesteres que nos vienen grandes, para correr maratones, para subir montañas, para soportar largas jornadas de trabajo sin tiempo para sentarnos, para bailar un tango al vaivén de otro... Y así ha venido siendo desde el primer ser humano se atara un trozo de cuero al pie.

En palabras de aquel niño adulto, «Mamá decía que puedes saber mucho de las personas por los zapatos que usan»; y así es como nos presenta el The Costume Institute del MET su colección permanente de 5.000 zapatos de todo el mundo y todas las épocas (desde el siglo XIV hasta la actualidad, y aun anteriores a través de las representaciones artísticas). Y si eres una Gabriela que a menudo pierde un zapato y prefieres quedarte en casa para no arriesgar, no dejes de aprenderlo todo sobre estas obras de arte para los pies con Zapatos, de Klaus Carl.

*Traducción de Teodoro Baró de los Cuentos de Hadas de Charles Perrault (Barcelona: Librería de Juan y Antonio Bastinos, 1883).

Wednesday, April 10, 2013

Criptozoología y realidad

Una rama poco conocida de la zoología es la criptozoología. Estos científicos (a la que la mayoría de la población llamaría simple y llanamente «frikis» o incluso «colgados») son el Iker Jiménez de la biología, de hecho se considera una pseudociencia, ya que se basa en pruebas que la ciencia descartaría. Lo que poca gente sabe, o quiere saber, es que es gracias a ellos por lo que se han descubierto algunas de las especies más raras del planeta (porque, sí, el folclore tiene base real).

 

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Andrea Mantegna, Batalla de los monstruos marinos, c. 1475.
Grabado.
Istituto Nazionale per la Grafica, Roma.

 

Y la verdad, es que animales raros hay un rato, mirad el narval (que contribuyó a la leyenda del unicornio), o el ornitorrinco (famosa es la historia de que la primera vez que se fue analizado por un zoólogo inglés, este pensó que era falso e incluso buscó las costuras entre la piel y el pico). Personalmente, mi favorito es el Kraken. Sea porque parece el hijo de Cthulhu y Godzilla o porque la frase «¡Liberad al kraken!» me parece sencillamente brillante (Sheldon Cooper está de acuerdo conmigo en esto) es un animal que me fascinó desde pequeña y su versión en la vida real (el calamar gigante) no se queda corta. ¡El bicho pelea con cachalotes y a veces gana!

 

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Imagen de la edición original de
Veinte mil leguas de viaje submarino
de Julio Verne

 

El caso es que el hombre ha sido seducido por estas especies «sobrenaturales» durante toda su existencia. Casi siempre inventados para atemorizar a los supersticiosos, sus representaciones en el arte son muy frecuentes, ya sea en relieves de iglesias durante la Edad Media, cuadros a lo largo de todo el Romanticismo y el Renacimiento,... Es ya tarde para visitar la exposición «Beautiful Monsters: Beast and Fantastic Creatures in Early European Prints» que la Art Gallery of Alberta hospedó hasta principios de marzo, pero puedes disfrutar de la belleza de los animales con el magnífico estudio de Jonh Bascom, Beauty of the Beast.

Tuesday, April 9, 2013

Camino del éxtasis

¿Cuántas maneras hay de alcanzar el éxtasis? La primera respuesta es evidente, todos hemos declarado en alguna ocasión haber alcanzado ese estado momentáneo de satisfacción y armonización de los sentidos en la compañía adecuada, aunque en realidad la definición de la palabra únicamente hace referencia al embargo del alma por un sentimiento de admiración o alegría. Entonces, ¿cuál de las dos acepciones es más cierta? Pues ambas, sin duda alguna. Porque no sólo existe el éxtasis sexual sino que existe también el éxtasis místico, y si no que se lo pregunten a Santa Teresa. Sin embargo, esto no nos aclara todavía la cantidad de maneras que existen de poder alcanzar este estado de conexión máxima con nosotros mismos.

 

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Josefa de Óbidos, Santa Teresa, 1672.
Óleo sobre lienzo, 108 x 140 cm.
Iglesia de nuestra señora de la Asunción, In situ, Cascais (Portugal).

 

Recientemente, el Museum Folkwang de Essen, Alemania, dedicó una exposición a la confrontación, por vez primera, de las «fieras» fauvistas con los expresionistas rusos y alemanes. Estos dos movimientos, que tuvieron lugar al mismo tiempo, están íntimamente relacionados, pues los segundos no hicieron otra cosa que tomar los avances revolucionarios de los primeros como punto de partida para después modelar su propia personalidad artística. Los colores, a los fauvistas, les sirvieron para redefinir la relación entre arte y naturaleza en sus obras, y consiguieron así desvelar el contenido pictórico a través de su poderosa interacción. Los expresionistas, por su parte, utilizaron esta violencia de colores para manifestar su visión interior. En la exposición se pudieron ver, por el bando de los fauvistas, cuadros de Henri Matisse, André Derain, Maurice de Vlamincky, por el de los expresionistas, de Edvard Munch, Ernst Ludwig Kirchner, Erich Heckel, Alexej von Jawlensky, Wassily Kandinsky, Gabriele Münter y Franz Marc. Como si de una batalla se tratara, estos dos estilos fueron puestos frente a frente para librar un combate por la búsqueda del éxtasis a través del color. 

 

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Franz Marc, El molino encantado, 1913.
Óleo sobre lienzo, 130,2 x 90,8 cm.
Art Institute of Chicago.

 

Como vemos, no existe una única manera de experimentar una sensación embargadora. Si indagamos un poco podremos incluso declamar a los cuatro vientos que estamos extasiados de felicidad por muchos motivos: sujetando una bebida fresca en la tumbona de una playa paradisíaca, mirando a la luna con tu pareja en una noche de primavera ―sin tocarse obligatoriamente―, llegando a la cima de una de las montañas más altas del mundo, acabando un trabajo que nos ha llevado muchas horas completar, etc. Y si no que se lo digan a los miembros de la asociación de desahucios, que luchan cada día por cambiar una sensación embargadora por el éxtasis que supone hacer recapacitar a un banco.

Para profundizar en este estilo tan personal y revolucionario, tenemos en nuestro catálogo el magnífico libro de Ashley Bassie, Expressionism (en inglés) y el excelente monográfico sobre Edvard Munch, de Elizabeth Ingles (en inglés). 

Monday, April 8, 2013

A la caza del tesoro

Ya no quedan piratas. Al menos no del tipo de aquellos errantes del mar con parche en el ojo, loro en el hombro y pata de palo. Mucho han hecho las películas recientes sobre el sujeto por alterar el mito y mostrar al pirata como un apuesto galán defensor de buenas causas, pero en mis infantiles recuerdos están grabadas las imágenes de este otro tipo de pirata malo que solo se preocupaba por robar barcos cargados de metales preciosos y beber mucho ron, todo ello con una buena dosis de rudo lenguaje y mala leche. Arrrrr.

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Arnold Böcklin, Attack by Pirates, c. 1880. Barniz de color en lienzo de caoba, 153 x 232 cm. Wallraf-Richartz-Museum, Colonia (Alemania).


Y es que no tenía que ser fácil estar todo el día en alta mar sin rumbo fijo, rodeado de marineros sin escrúpulos y sin entablar contacto con nadie más que con los barcos a los que se buscaba saquear y hundir, preferentemente en ese orden, asesinando de paso a todo aquel que no estuviera de acuerdo con el plan. Por eso me resulta más creíble la imagen del rufián asesino que la moderna versión idealizada, más útil también porque enseñaba a diferenciar a los buenos de los malos, algo sobre lo que hoy en día nos empeñamos en errar, demarcando límites absurdos para no caer en lo políticamente incorrecto y, al mismo tiempo, reescribir la historia. Por desgracia, los malos de hoy en día son terroristas con acento o meras invenciones del pasado o del futuro, cuando no una mezcla de ambas cosas. Pero estábamos diciendo, los piratas. Un triste corolario de su desaparición, ignoremos por un segundo que esta ocupación está de nuevo en alza por las costas caribeñas o de Asia, es la obligación de desistir de imaginar la búsqueda y hallazgo de tesoros. Ya no quedan pergaminos ajados y amarillentos con el dibujo de la tierra de alguna costa en la que se podía encontrar, debajo de la x, el botín de algún bucanero entrado en años, que viendo lo mal que iba ya por aquel entonces la cosa de las pensiones, decidía esconder todos sus tesoros en un baúl. Pero todo esto ha pasado ya de moda, ahora los filibusteros ya no roban por el placer de no trabajar todos los días ni, menos todavía, entierran sus tesoros lejos de la vista de despistados transeúntes.

O eso nos habíamos creído. El primer conde de Iveagh, Edward Cecil Guinness (1847–1927), gracias a una abultada herencia proveniente de la cervecería más importante del mundo, no sabría decir cuál, amasó en su modesta mansión de Londres una enorme colección de retratos, paisajes y obras holandesas y flamencas del siglo XVII. Esta colección, llamada Iveagh Bequest en su honor, fue donada tras su muerte al Estado y se encuentra desde entonces alojada en la Kenwood House de la misma capital. Este tesoro se componía de obras maestras de figuras como Rembrandt, Van Dyck, Gainsborough, Reynolds, Hals, o Turner, y ha sido objeto de admiración desde su donación hasta que las obras de renovación del edificio de la Kenwood House interrumpieron las visitas. Por este motivo, los dueños decidieron no privarnos a todos de su contemplación y dejaron a los cuadros atravesar el océano para cederlos en una exposición temporal al Milwaukee Art Museum: Rembrandt, Van Dyck, Gainsborough: The Treasures of Kenwood House, London y aquí podéis ver un pequeño resumen (en inglés). En la muestra se podían ver 48 obras culminantes de una época, entre las que se encontraban joyas como el Retrato del artista de Rembrandt; Mary, condesa de Howe de Gainsborough; Princesa Henrietta de Lorena asistida por un paje de Van Dyck; Escena de la costa con pescadores halando un barco de Turner, o Miss Murray de Lawrence.

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Joseph Mallord William Turner, A Coast Scene with Fishermen Hauling a Boat Ashore ("The Iveagh Sea-Piece"), c. 1803-04. Óleo sobre lienzo, 91,75 x 122,55 cm. Kenwood House, Londres.


Así que ahora ya podemos marcar con una x el punto de la costa inglesa donde se encuentra este tesoro artístico, la Kenwood House, pues la exposición temporal ya cerró sus puertas (mejor, esta otra nos queda más cerca, que una cosa es ser pirata y otra muy distinta estar meses en un barco para apoderarse de la conquista). Así podremos matar dos pájaros de un tiro, revivir nuestras aventuras infantiles mientras imaginamos aprehendernos del tesoro y, al llegar, gozar de la magnífica selección del heredero coleccionista. Para el viaje, como siempre, una pequeña recomendación: el libro de la serie grandes maestros de Victoria Charles sobre Anthony van Dyck y el de Émile Michel sobre Harmensz Van Rijn Rembrandt. Ah, y no olvidéis el líquido para no deshidrataros, no sé, así de repente se me ocurre: ¡Ron, ron, ron, la botella de ron!

 

PS: Para aquellos que hayáis temido lo peor, no os preocupéis, los cuadros hicieron el viaje en avión, que ya sabéis que últimamente los piratas están otra vez haciendo de las suyas. Y no me vengáis con que los viajes en avión tampoco son ya seguros, que yo no me lo creo, aunque eso lo dejaremos ya para una próxima entrega.