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Monday, June 10, 2013

Corea; a cada época, su traje

Será por la lejanía, tanto física como cultural, que Asia siempre fascina. Y si eso pasa ahora que internet hace que cualquier lugar del mundo esté a la vuelta de la esquina, no puedo ni imaginar en la Edad Media o el Renacimiento, cuando la única manera era coger un barco, o un caballo, y tirar millas esquivando ladrones, guerras, temporales y demás aventuras que se pusieran en tu camino. Pero claro, luego lees a Marco Polo y entiendes que la gente se arriesgara.

También está el hecho de que estos países tardaran tanto en abrir sus fronteras al comercio y visitantes extranjeros (muchos de ellos todavía son muy restrictivos y otros ni siquiera te dejan sacar fotos al exterior, sí, hablo de Corea del Norte), por lo que sólo se conocía lo que los evangelizadores que iban a esos países podían contarnos (siempre desde su sesgado punto de vista religioso y moral) y lo que los mismos países querían mandar al extranjero (un poco lo mismo).

Pedro Pablo Rubens, Hombre con traje coreano, 1617. Carboncillo con toques de sanguina en el rostro, 38,4 x 23,5 cm. The J. Paul Getty Museum, Los Ángeles.
Pedro Pablo Rubens, Hombre con traje coreano, 1617.
Carboncillo con toques de sanguina en el rostro, 38,4 x 23,5 cm.
The J. Paul Getty Museum, Los Ángeles.


Pese al K-Pop y al Gangman Style,

Sunday, April 21, 2013

Boys and their Toys

I have to admit, that despite my degree, I am not much of a news junkie. I found the news in the US entirely too depressing – as they rarely report the whole story or about anything that is worthy of the attention it is given. Seriously guys? The whole nation needs to be let in on the (what will sooner than later be considered an itty-bitty) scandal at Rutgers? Move on; leave Rutgers alone; it’s not relevant to anyone that wasn’t in that video. ::exits THAT soap box::

Image

Peter Paul Rubens, Man in a Korean Costume, 1617.
Black chalk with touches of red chalk in the face, 38.4 x 23.5 cm.
The J. Paul Getty Museum, Los Angeles.


So, when the grapevine informed me

Thursday, September 20, 2012

In the Time of Devotion

What do you think of when someone mentions the Middle Ages? I’d say caves, toga-like clothing, candles, definitely a lot of candles, witches, the burning of said witches, and ceaseless devotion to God. Often, when the internet in my apartment isn’t working, I tell friends “I’m living in the Middle Ages” – which has more candles than devotion to God and witch burning.

Honestly, let’s face it, what else was there to do between the 5th and 15th centuries aside from worship God, be a witch or burn them, participate in the many crusades, and wait to meet your maker? If you think about it, maybe part of the reason life expectancy was so short is because it is actually possible to die of boredom*.

People talk about time machines and how incredible it would be to go back (or forward, for that matter) in time, but we’re living in the best time to be alive. We’ve got television and Batman; internet and Ryan Gosling. I wouldn’t have survived ten minutes in the Middle Ages, but would happily see how those that did, entertained themselves.


The Rheims Missal (Missale Remenense), The Creation of the World, 1285-1297.
Parchment, Latin, 23.3 x 16.2 cm.
Paris.



Bestiarum, Adam Naming the Animals, late 12th century.
Parchment, Latin, 20 x 14.5 cm.
England.


The Getty is at it again, exhibiting religiously charged images, starting this month through 3 February 2013 (assuming the world doesn’t end first and we meet the Powers that Be in person): The Art of Devotion in the Middle Ages. Often find yourself without internet or electricity, or do you simply want to go back in time? Procure this fantastic representation of manuscripts of the period: Illuminated Manuscripts by Edmond de Goncourt and Jp. A. Calosse.

*Research was still being conducted at time of posting.

 

-Le Lorrain Andrews

Die Kunst der Andacht

Auch wenn das Mittelalter häufig als „dunkle Zeit“ bezeichnet wird, so ist damit nicht das Fehlen des Tageslichts gemeint. Viel mehr verleiten fehlende Informationen und Aufschluss gebende adäquate Quellen über Lebensstil, Traditionen und geschichtliche Zusammenhänge dazu, das Mittelalter eben als „dunkle Zeit“ zu beschreiben.

Zahlreiche Handschriften können jedoch zumindest ein wenig Licht auf dieses uns entfernte Kapitel der Geschichte werfen. Sie bringen uns die Helden des Artushofes und dessen Tafelrunde, vom sagenhaften walisischen Ritter Gawein von Orkney und des den Gral suchenden Ritters Parzival sowie die Lieder und Sangsprüche Walters von der Vogelweide (um 1170- um 1230) näher.

Doch überwältigt sind wir von der Ausführung und Farbenpracht der die Manuskripte zierenden Initialen und Miniaturen. Sie sind weder aus der geistlichen noch aus der so vielfältigen weltlichen Literatur wegzudenken. Ob im Zusammenhang mit der kirchlichen oder der privaten Andacht – in Gesangs- und Stundenbüchern finden sich immer wieder auf Goldgrund dargestellt die zarte Gestalt der Maria und die Leiden Christi neben weiteren Geschichten von Heiligen und aus der Bibel. Die prächtigen Bildwerke dieser frommen Lektüre, die mitunter einziges Verständigungsmittel zwischen den komplizierten Riten der Höfe und der analphabetischen Bevölkerung waren, zeigen uns nicht nur die Bedeutung der Religion, sondern demonstrieren vor allem auch die Macht der Kirche.


Missale Remenense, Die Erschaffung der Welt, 1285-1297.
Pergament, Latein, 23,3 x 16,2 cm.
Paris.



Bestiarium, Adam benennt die Tiere, spätes 12. Jh.
Pergament, Latein, 20 x 14,5 cm.
England.


Als Illustration, Texterläuterung oder mit eigenständiger narrativer Funktion schmücken sie bis heute die überlieferten Handschriften und erhellen uns das „dunkle Mittelalter“. Noch bis zum 03. Februar 2013 können Sie in der Ausstellung The Art of Devotion in the Middle Ages im Getty Museum Los Angeles einen Blick auf die „Kunst der Andacht“ werfen oder sich weitere Informationen aus dem umfangreichen Bildband Meisterwerke der Buchmalerei von Edmond de Goncourt und Jp. A. Calosse des Verlages Parkstone-International auf ihren E-Book-Reader holen.

 

-C.Schmidt

Tuesday, September 18, 2012

Ecce homo, ved aquí al hombre

Solo puedo decir que estoy francamente impresionada por la campaña publicitaria que ha lanzado el Getty para promocionar la muestra dedicada al recién restaurado retablo del maestro renacentista holandés Maerten van Heemskerck (1498-1574), «Drama and Devotion: Heemskerck’s “Ecce Homo” Altarpiece from Warsaw»... Contratar a una devota y bienintencionada octogenaria para «retocar» un eccehomomenor en una pequeña iglesia española con un resultado tan ridículamente jocoso que se convierta en el tema del momento y que ponga los Cristos y las restauraciones de arte de primerísima actualidad... No puedo más que rendirme a los pies de ese genial e increíblemente retorcido publicista en cuyas manos Internet es poco más que una redecilla de pelo. Supongo que no se podían permitir que tantos meses de trabajo quedaran en la sombra.

Bromas, memes y contenido viral aparte, los estudios realizados han sacado a la luz importantes datos sobre la técnica y el estilo del virtuoso Heemskerck. Entre otros descubrimientos, el equipo de restauradores ha podido comprobar que se habían producido notables variaciones en el color, que es uno de los elementos que dotaba de dramatismo a esta gran pieza. No obstante, pese a que los trabajos parecen haber sido impecables, el tema de la restauración de obras maestras del arte levanta polémica allá donde se deja oír. La intervención de los frescos de la bóveda de la Capilla Sixtina es, discutiblemente, el proyecto que más conflicto ha generado hasta el momento, ya que muchos expertos aseguran que las sombras y el trabajo de carbón de Miguel Ángel se perdieron con la restauración. Afortunadamente, la reparación del Ecce Homo de Heemskerck es un ejemplo destacado de las virtudes de la restauración de arte, como también lo es la obra más afamada y singular de otro de sus contemporáneos, El jardín de las delicias de El Bosco.


Hieronymus Bosch, El Bosco, El jardín de las delicias (detalle), c. 1500-1501
Óleo sobre tabla, 220 x 389 cm.
Museo Nacional del Prado, Madrid.


Las obras de Heemskerck, de El Bosco y de otros artistas inmortales de su generación, como Hans Memling, lograron sobrevivir a una época tumultuosa en la que la furia iconoclasta destruyó una gran cantidad de imágenes y objetos sagrados asociados a la fe católica. ¿Hasta qué punto es asumible el riesgo de que sufran riesgos irreparables durante un traslado de Polonia a Los Ángeles o en el transcurso de los trabajos de restauración? Y si la obra resultante deja de ser la obra maestra que un día fue, ¿qué interés podría tener para las futuras generaciones? ¿Quién pone el límite entre la conservación de los valores estéticos e históricos y la reconstitución basada en conjeturas?

Sea cual sea tu postura, tienes opciones: si eres un contumaz defensor de la buena y justificada restauración, no te pierdas la exposición en The J. Paul Getty Museum, que permanecerá abierta al público hasta el 13 de enero del próximo año; si, en cambio, prefieres seguir las tendencias globales, no dejes de pasarte por Borja, Zaragoza, antes de que intervengan los verdaderos profesionales. Y si no quieres moverte de casa, deléitate con las sublimes obras maestras de Memling de Albert Michiels y de El Bosco de M.L. Patrizi y Virginia Pitts Rembert en ebook o versión impresa.

Monday, September 17, 2012

Restoration or Paint-by-numbers

I’m going to take this opportunity to get back on my high horse about the restoration and conservation of art for posterity’s sake. J. Paul Getty Museum, you’re doing it right!

Maerten van Heemskerck, a 16th century Netherlandish painter, bestowed Ecce Homo upon us, a masterpiece which usually resides in Warsaw, but has travelled all the way to Los Angeles – maybe not the first place I’d go after leaving Warsaw; however, definitely a site to see. A curatorial team and group of scientists have spruced it up, preserved it further, and learned more about it than has been known before. Not only has nothing but good come of this, but it is further ensured to stick around for many, many more years to come.

Two similar artists from this era also deserve equal honour and praise. Think of the many hours, days, months, even years Van Heemskerck, Hieronymus Bosch, and Hans Memling put into their notable and impressive altar pieces. Shouldn’t we, as a world-class, preservationist society make every effort to make sure our children, children’s children, and etc. are able to learn about these works of art and travel around the world to see them in their permanent homes? Personally, I’d be quite keen to see where Bosch created all of his glorious and damning images – though I’m sure that’s nearly impossible considering it was so very long ago and so little is known about his actual life.


Hieronymus Bosch, Terrestrial Paradise and Ascent of the Blessed to the Heavenly Paradise, after 1490.
Oil on panel, each panel: 86.5 x 39.5 cm.
Palazzo Ducale, Venice.


I would be devastated to learn that the beauty and wonder of the Paradise-like afterlife presented here had deteriorated beyond recognition, though I could deal with the authenticity of some fading. More so, I would be distraught at the loss of the pure and virginal women represented in Memling’s Annunciation (below). Forget Black Widow, this Halloween I’m dressing as the angel on the left – perhaps without the book of scripture.


Hans Memling, The Annunciation (exterior shutters of a triptych), 1472.
Oil on panel, shutters each 83.3 x 52.9 cm.
Groeningemuseum, Bruges.


However, is there such a thing as going too far? Do we reach a point of restoration in which the piece no longer projects any part of its original skin, so to speak, and is therefore no longer, the masterpiece it once was? Are we, ultimately, destroying art for art’s sake in an entirely different way, turning it into a paint-by-numbers?

Check out Ecce Homo in its newly restored glory at the J. Paul Getty Museum though 13 January 2013. Also see many more of Memling and Bosch’s masterpieces in these ebook and print editions: Hans Memling and Hieronymus Bosch.

-Le Lorrain Andrews

Monday, June 4, 2012

El Cielo, el Infierno y la Buena Muerte

Durante la Edad Media, el poder de la Iglesia Cristiana era incuestionable, así como su influencia sobre las ideas y el orden moral de la población en general. La religión era una temática predominante en el arte medieval y, con demasiada frecuencia, la figura del Jesucristo glorioso en su trono constituía el elemento central de las composiciones. A Él le correspondía la facultad de juzgar a justos y a pecadores y de imponer condenas eternas. De esta forma, el arte trataba de dar respuesta al interés por el destino del hombre fortaleciendo la fe de los virtuosos y aterrorizando a los escépticos.


Veamos, por ejemplo, el Juicio Final (1425-1430) de Fra Angelico. En la obra del beato, una corte angélica rodea al Cristo entronado, a quien también acompañan el Bautista, la Virgen y los santos. Con la mano derecha señala al Cielo, mientras con la izquierda nos advierte del destino infernal que espera a los impíos. A la derecha de la composición, un grupo de ángeles guía a los virtuosos hacia una de las mansiones celestiales del Paraíso, que se representa como un hermoso jardín, para que se reúnan con sus seres queridos. A la izquierda, se nos aparece una escena tenebrosa: figuras demoníacas arrastran a los réprobos al Infierno, donde deberán sufrir una eternidad de angustias. En el foso más profundo, el Príncipe de las Tinieblas devora a tres pecadores mientras retiene a otros dos entre sus garras.


Estas imágenes, que en su época despertaron terror, se observan con descreimiento en la actualidad. La contraposición entre la divinidad estática y la exaltación siniestra del sufrimiento resulta cuanto menos risible. ¿Qué necesidad hay de rodear la muerte de terrores, tormentos y condenación eterna? ¿Debemos vivir en oración y recogimiento para prepararnos para la vida después de la muerte o más bien deberíamos aplicar el concepto griego de la «buena muerte» y abordarla con serenidad como el colofón de una buena vida?

Para reflexionar sobre esta y otras representaciones cargadas de simbolismo religioso, no te pierdas la exposición sobre las representaciones de la muerte en la Edad Media «Heaven, Hell, and Dying Well: Images of Death in the Middle Ages» que acoge The J. Paul Getty Museum hasta el 12 de agosto de 2012. Si te pilla un poco lejos, no dudes en llevártelas a casa con Art of the Devil, un ebook de arte de gran calidad que contiene abundantes imágenes sobre la vida después de la muerte, inspiradas en los mayores temores de los artistas.