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Wednesday, April 17, 2013

Una acción discutible

Todo empezó una mañana del 8 de julio de 1853. El comodoro Matthew Calbraith Perry a bordo del USS Susquehanna llegó a las costas de Japón, al puerto de Edo (actual Tokio), con la intención de negociar un tratado comercial con EE.UU. Sus demandas eran la apertura de al menos un puerto al comercio extranjero y la seguridad de que las propiedades y pescadores americanos serían respetados. Al verse opuesto por una negativa amenazó con emplear la muy superior fuerza armamentística de que disponía. Ante semejante disparidad, los gobernantes japoneses no tuvieron otra opción que ceder. El tratado se firmó el 31 de marzo de 1854. Este singular evento tuvo drásticas consecuencias para la sociedad japonesa. Al principio, los shogunes, los daimyos y los samuráis ―comandantes en jefe, grandes lores y guerreros que ostentaban el poder real tras el emperador figurante― se resistieron e intentaron conservar el orden feudal existente. Se sucedieron años de numerosas refriegas hasta que en 1868, el que se conoce como el último samurái, Saigō Takamori, sucumbió a las fuerzas del general Tateki en una dura batalla que frustró todo futuro levantamiento al demostrar la superioridad de las armas modernas frente a la tradición.

Derrotados los samuráis y sus privilegios, comenzó una nueva era, conocida como la Restauración de Meiji. Esta supuso la apertura de Japón a occidente en forma de intercambios comerciales y culturales. Lo que siguió a esta apertura fue que el arte japonés se dio a conocer en Europa, principalmente en forma de impresiones xilográficas de los maestros del ukiyo-e ―nada que ver con electrónico, pues significa «imágenes del mundo flotante»― que pudieron verse por primera vez en la Exposición Universal de Londres en 1862, donde fueron una de las principales atracciones. Posteriormente, en la Exposición Universal de París de 1867, este arte se dio a conocer entre los artistas franceses quienes rápidamente lo absorbieron y se empezaron a servir de sus características para sus nuevas creaciones. Lo que les atraía de este nuevo arte eran sus figuras alargadas, las composiciones asimétricas, la perspectiva aérea, los espacios vacíos excepto por abstracciones de color y línea, y su interés por los singulares motivos decorativos. De esta manera, empezando por los impresionistas y llegando hasta los cubistas, muchos fueron los autores que se apoyaron en estos nuevos elementos para romper con las convenciones academicistas que consideraban opresoras.

 

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Claude Monet, Alameda en el río Epte, 1891.
Óleo sobre lienzo, 100 x 65 cm.
Colección privada.

 

Quien no dudó en abrazar este nuevo estilo para conseguir variados efectos en su pintura fue Vincent van Gogh, pues llegó incluso a realizar copias de algunas estampas de Hiroshige con la intención de estudiar a fondo su atrevida temática, sus colores intensos y la elegancia y sencillez de sus seguras líneas. En algunos trabajos posteriores de van Gogh se puede todavía apreciar esta influencia permanente en los contornos negros, el contraste de colores y las composiciones recortadas, características estas propias de los grabados japoneses.

Utagawa Hiroshige es el artista de ukiyo-e más reconocido en Japón y menos reconocido en el mundo occidental. Aunque La gran ola de Kanagawa, de Katsushika Hokusai, es el ejemplo de estampa más repetido y en occidente todos le tienen por el mejor artista, en la lejana isla oriental este desconocimiento del que ellos consideran el gran maestro de la xilografía les hace sonreír. Para subsanarlo, la Pinacoteca de París presentó recientemente una exposición doble, L'art du voyage, en la que confrontaba la obra de de Vincent van Gogh a la de este genial artista, su principal inspiración.  El título de la muestra hace referencia no sólo a los viajes de Hiroshige desde Edo a Kioto, donde produjo una cincuentena de estampas, sino también al viaje interior que propone al observar la naturaleza en sus cuatro estaciones, contemplar el pasar del tiempo y examinar la vida de la ciudad como exceso de sensaciones que esta ofrece al cuerpo. Un lujo que fue descubierto en Europa en el siglo XIX y que ahora añadimos nosotros a nuestra colección.

 

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Utagawa Hiroshige, En los predios del santuario Akiba en Ukeji. Ukeji Akiba-no keidai, agosto de 1857.
Grabado en madera y color, 36 x 24 cm.
Museo de Arte de Brooklyn, Nueva York.

 

Pocas veces una expedición con intenciones tan mundanas y egoístas resultó en un beneficio tan extenso y renovador. Si no hubiera sido por el comodoro Calbraith, o más bien por el afán expansionista estadounidense, no sabemos cuándo hubiéramos tardado en poder disfrutar de este lindo hallazgo que sirvió a tantos artistas para renovar el orden pictórico establecido. Por una vez, agradezcamos las buenas consecuencias de una discutible acción que no hizo, nada más y menos, sino abrir las puertas a la modernidad.

En Parkstone tenemos los libros de Mikhail Uspensky y Edmond de Goncourt, Hiroshige y Ukiyo-e (en francés) respectivamente, que te servirán de iniciación para este viaje de fantasía y tradición que nos proponía la Pinacoteca de París. 

Tuesday, April 2, 2013

Art from the Land of the Rising Sun

Japan, in comparison with many other countries, is rather small, though it ranks tenth amongst the world’s highest populations. More fascinatingly, it has one of the richest and most eclectic art histories to speak of when considering it on its own. Yes, various countries in Europe do this or that, and Africa has a slew of artistic variety, but we’re just talking one country – 6852 islands, if you really want to talk about how amazing Japan’s universally-acknowledged solidarity is.

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Utagawa (Ando) Hiroshige, Inside Kameido Tenjin Shrine, 1856.
Woodblock print, 34.1 x 22.2 cm.


Continuously infiltrated by other powers (China, Russia, Germany’s money, and the United States), art in Japan has successfully maintained a focused and healthy presence in the art world since the seventh century – which is not to say there aren’t older relics, but Buddhist art was the first to make an impact. From woodblock prints to Ukiyo-e, and calligraphy to shungas, at the end of the day I would argue that Japan had a larger influence on European art than the other way around. Just a few examples of this hypothesis include Degas, Van Gogh, Monet, and Mucha.

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Katsushika Hokusai, The Great Wave of Kanagawa, originally 1826-1833.
Part of the series Thirty-six Views of Mount Fuji, no. 21.
Colour woodblock print.


Get over to the Tokyo National Museum to get a glance at the Highlights of Japanese Arts exhibition. Find yourself enthralled with mirrors, picture scrolls, and military attire. Can’t get enough art from The Land of the Rising Sun? Check out Hiroshige by Mikhail Uspensky or Forbidden Asia by Hans Jürgen-Döpp.

-Le Lorrain Andrews

Thursday, March 21, 2013

Allein aus Freude am Sehen

Allein aus Freude am Sehen und ohne Hoffnung, seine Eindrücke und Erlebnisse mitteilen zu dürfen, würde niemand über das Meer fahren (Blaise Pascal)

Seien Sie mal ehrlich: Würden Sie ohne Kamera in den Urlaub fahren? Was wäre heute schon ein Urlaub ohne Urlaubsfotos? Ein Reisebericht ohne Anschauungsmaterial? Die im Titel zitierte Äußerung des französischen Mathematikers und Erfinder des Pascalschen Dreiecks, Blaise Pascal (1623-1662), gilt demnach heute so wie damals.

Dennoch gibt es einen entscheidenden Unterschied: „Früher zeichnete man auf Reisen, um sich erinnern zu können, wo man war. Heute filmt man auf Reisen, um zu erfahren, wo man gewesen ist.“ Das jedenfalls stellte Albert Camus (1913-1960), einer der bekanntesten und bedeutendsten französischen Autoren des 20. Jahrhunderts, bereits mehr als 30 Jahre vor der Erfindung der Digitalfotografie im Jahr 1975 fest. Wie recht er damit doch hat: Denn wie selten nimmt man sich auf einer Reise die notwendige Zeit, um ein Foto zu machen und sich über das betreffende Motiv vor Ort zu informieren? Wie oft fotografieren wir nicht nur die Sehenswürdigkeit selbst, sondern zugleich auch die dazugehörige Informationstafel, um das betreffende Objekt später bequem von zu Hause aus zu googeln und auf diese Weise effizient und zeitsparend alle wichtigen Informationen darüber einholen zu können.

 

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Utagawa Hiroshige, Nächtlicher Blick auf die acht berühmten Orte von Kanazawa, aus der Serie Schnee, Mond, Blumen, Juli 1857.
Farbiger Druck nach Holzschnitt, rechtes Blatt: 36,7 x 24,6 cm; zentrales Blatt: 36,7 x 24,7 cm; linkes Blatt: 36,5 x 24,6 cm.
Baur Sammlung, Genf.


 

Unser Informationszeitalter und die sich in den letzten Jahrzehnten rasant weiterentwickelte Mobilität haben uns das Reisen extrem erleichtert. Während die Generation unserer Großeltern in ihrem Leben (wenn überhaupt) nur eine große Reise gemacht hat, von der im pfleglich behandelten Fotoalbum nur wenige vergilbte Aufnahmen zeugen, verursacht die Urlaubszeit heutzutage wahre Bilderfluten. Der japanische, im heutigen Tokio geborene Maler Utagawa Hiroshige (1797-1858) dagegen, der neben Katsushika Hokusai (1760-1849) bis heute in Japan zu den bekanntesten und beliebtesten Malern zählt, schuf einen einmaligen Reisebericht.

Unterwegs auf dem „östlichen Seeweg“, dem Tōkaidō, vom damaligen Regierungssitz Edos (dem heutigen Tokio) zur kaiserlichen Hauptstadt Kyōto, hielt er nicht nur die sich mit den Jahreszeiten verändernde Landschaft fest, sondern dokumentierte in zahlreichen Werken das alltägliche Leben auf dem Fluss und an den Ufern der Handelsstraße: Blühende Kirschbäume, grüne Reisfelder, das dunkelrot leuchtende Herbstlaub des Ahorns umsäumen die Nebenflüsse und Kanäle, schneebedeckte Gipfel befinden sich im Hintergrund. Auf dem Fluss und am Ufer wird Handel betrieben. In den kleinen Dörfern, buddhistischen Klöstern und Tempeln, in den Städten, auf den Brücken, in den Teehäusern und Palästen – überall herrscht ein geschäftiges Treiben. Handelstreibende, Feldarbeiter mit ihren Reishüten, die Kimono tragende Stadtbevölkerung und lange Festprozessionen bevölkern die Stadtansichten.

 

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Utagawa Hiroshige, Allgemeine Ansicht der Ersten Straße im Nihonbashi-Viertel, Nihonbashi tori Itchôme ryakuzu, August,1858.
Farbholzschnitt, 36 x 24 cm.
Schenkung von Anna Ferris, Brooklyn Museum of Art, New York.


 

Sein Reisebericht machte ihn zum bekanntesten Künstler des Ukiyo-e, einer Kunstrichtung der Edo-Periode (1603-1868), die sich vor allem das Alltagsleben der Stadtbevölkerung zum Motiv nahm. Die Arbeiten des Künstlers, der eigentlich als Feuerwehroffizier arbeitete, aber von einem Freund und Vorgesetzten die Grundkenntnisse des Malens und der Kalligrafie erlernte und später neben seinem Beruf eine Lehre als Farbholzschnittzeichner begann, übten einen großen Einfluss auf die Impressionisten und vor allem auf Van Gogh aus.

Eine große Auswahl Hiroshiges Werke präsentiert noch bis zum 17. März die aktuelle Ausstellung der Pinacothéque de Paris Hiroshige, l'art du voyage (Hiroshige – Die Kunst des Reisens), die zeitgleich mit einer großen Ausstellung über die Bedeutung des Japanismus im Werk von Vincent Van Gogh (1853- 1890) stattfindet.

Im Verlag Parkstone International sind darüber hinaus mit den E-Book-Titeln Hiroshige von Mikhail Uspensky und Ukiyo-e von Edmond de Goncourt zwei Bücher erschienen, die sich mit zahlreichen Farbabbildungen und interessanten Erläuterungen mit dem Leben und Werk Hiroshiges auseinandersetzen.

C. Schmidt

Wednesday, February 27, 2013

Hiroshige mon amour,

Soyons clairs, je n’ai pas découvert le Japon avec les œuvres d’Hiroshige, Utamaro ou Hokusai. En vérité, j’ai d’abord rencontré les Japonais avec Tintin et le lotus bleu d’Hergé, puis plus tard avec le film Le Barbare et la Geisha, John Wayne étant l’acteur principal. C’est l’histoire authentique de Towsend Harris et de la geisha Okichi dont en fut tiré un roman puis un opéra : Madame Butterfly de Puccini.

Le cinéma m’a aussi conduit sur les pas du Dernier Samouraï avec Tom Cruise, histoire d’un officier américain qui aide de ses conseils un samouraï rebelle. Dans la réalité, c’est l’histoire d’un français, Jules Brunet qui finit Général de division.

J’ai souvent pensé que les réalisateurs avaient copié dans leurs prises de vue les œuvres d’Hiroshige : les cerisiers en fleurs, le mont Fujiyama, les paysans dans les rizières, un peuple humble et dur au labeur.

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Edward Zwick, Le Dernier Samouraï, 2003.


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Hiroshige : La Rivière Furukawa dans les environs de Hiroo, Hiroo Furukawa, juillet 1856,
gravure sur bois, 34 x 23,5 cm


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Hiroshige, Cerisiers en fleur sur le quai du Tamagawa, Tamagawa zutsumi-no hana, février 1856, gravure sur bois, 36,4 x 24,7 cm, collection privée.


L’exposition Van Gogh et le Japonisme est un pur reflet de l’attrait de ce pays sur les hommes de la fin du XXe siècle.

Les Frères Goncourt cédèrent eux aussi à la mode en écrivant de très beaux textes sur Hokusai et Utamaro. Le Ukiyo-e enivrait les esprits de la même manière que les premiers bateaux du commandant Perry ouvraient les routes du modernisme à un Japon médiéval.

Il est dommage que cinquante ans plus tard, les artistes japonais laissèrent place aux ingénieurs en armement. La suite fut Pearl Harbor, adapté sur grand écran dans lequel nous retrouvons Ben Affleck, Alec Baldwin et  Josh Harnett, Tora ! Tora ! Tora !, de Richard Fleisher, Kinji Fukasaku et Toshio Masuda, et pour finir Hiroshima.

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Ville d’Hiroshima après l’explosion nucléaire


Pour découvrir les œuvres d’Hiroshige, rendez-vous à la Pinacothèque de Paris jusqu’au 13 Mars, ou bien consultez l’ouvrage Michail Uspenski, Hiroshige, publié par Parkstone International.

Monday, January 28, 2013

Van Gogh - délit de copie japonaise

Non Van Gogh n’est jamais allée au Japon, même si les plaisirs asiatiques (opium et autres geishas), auraient certainement convenu à sa nature artistique. On connaît bien sûr les épisodes scandaleux de sa vie : sa mélancolie/folie, son oreille coupée, son alcoolisme, son errance à la recherche d’un havre de paix. On sait moins spontanément qu’il a trouvé une source d’inspiration formidable dans les estampes japonaises qui arrivent en Europe avec les expositions internationales. Après les impressionnistes, le japonisme a engendré une seconde mini-révolution artistique en France.

Quelle ironie : l’Asie est aujourd’hui accusée de plagiats, de copies et de produire de nombreux faux. À l’époque au contraire ce sont les Européens qui s’inspirèrent un peu trop librement de l’art japonais, n’hésitant pas parfois à recopier sans vergogne des tableaux entiers. Van Gogh ne s’en est pas privé, comme le prouve l’exemple ci-dessous. Simplicité et pureté asiatique face à la complexité et au bouillonement de Van Gogh.

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Hiroshige, Le Jardin de pruniers à Kameido, extrait de Cent-une vues célèbres d‘Edo, 1857.
33,7 x 21,9 cm.
The Brooklyn Museum, Brooklyn.



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Vincent van Gogh, Japonaiserie : pruniers en fleurs (d’après Hiroshige), 1887.
Huile sur toile, 55 x 46 cm.
Musée Van Gogh, Amsterdam.


Le côté asymétrique, la couleur en aplats, les vues construites selon des angles complètement tordus, cela ne pouvait que plaire à l’artiste torturé et en quête de renouveau. Cependant il faut admettre que les copies européennes comportaient un petit plus : de la vigueur, de la chaleur, des paysages qui paraissent en feu, beaucoup plus mouvant. Quelque chose de moins figé et de plus torturé, allant au-delà des conventions japonaises et de leurs douces couleurs pastels.

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Vincent van Gogh, Vignes rouges en Arles, 1888.
Huile sur toile, 75 x 93 cm.
Musée Pouchkine, Moscou.


Pour choisir et décider vers qui se porte votre préférence entre le champion japonais et le maître impressionniste, vous pouvez vous déplacer à l’exposition de la Pinacothèque de Paris, ou simplement consulter ces livres sur Hiroshige et Van Gogh.

Wednesday, January 2, 2013

A Love-Letter to the Land of the Rising Sun

For those of us who have never been to Japan, we can only picture the beautiful vista of the Land of the Rising Sun with the help of popular films such as Memoirs of a Geisha, Babel, The Fast and the Furious: Tokyo Drift, Lost in Translation, and The Last Samurai.

For me, it was Memoirs of a Geisha which truly began my love affair with Japan.  (Although, Tom Cruise did give it his best effort!)  A hauntingly beautiful story, love, betrayal, hope, the mystery of the Orient: despite the controversy of a Chinese actress portraying a Japanese geisha, I personally feel that Zhang Ziyi was perfectly cast.  To top all of this off, the viewer is treated to a beautiful love letter to the country of Japan, in the form of stunning cinematography.  Truly, this is the film that inspires my desire to travel to Japan.

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Scarlet Maple Trees at Mama by the Tekona-no yashiro Shrine and the Tsugihashi Bridge,
Mama-no momiji Tekona-no yachting Tsugihashi (1/1857)


However, as I was researching around the topic of travel in Japan, I discovered that the world’s love affair with this country is not a recent phenomenon.  In an earlier blog, I mentioned that Van Gogh, in the 1880s, discovered the Japanese ukiyo-e wood block prints, which he soon began to collect and reproduce for his own paintings.

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The “Opening of the Mountain” at the Fukagawa Hachiman Shrine,
Fukagawa Hachiman yamabiraki (8/1857)


Let us look for a moment at the artist who inspired these paintings: Utagawa Hiroshige.  The original poster-boy (literally) for Japanese tourism, his paintings showcase the travels which he undertook across Japan.  Filled with detail, delicate brushstrokes, and occasionally a dash of humour, these paintings are what advertisements for travel agencies (ahem, Thomas Cook) should aspire to be like.  Hiroshige’s love for his homeland is evident and, what’s more, he has mastered the ability to stir the same passions in non-natives.  This is the characteristic which is shared by Rob Marshall, Zhang Ziyi, Michelle Yeoh, and Ken Watanabe (amongst the rest of the cast and crew of Memoirs) who gave us the live-action version of Hiroshige’s homage to his homeland.

So, watch this space... I may yet be embarking on my own pilgrimage to Japan, all thanks to Memoirs of a Geisha and the stunning artwork of Hiroshige!

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The Taikobashi Bridge and Yuhinooka Hill in Meguro,
Meguro Taikobashi Yuhinooka (4/1857)


For those of you, like me, who may find Japan just a trifle too far for a day-trip; why not peruse the works of Hiroshige in the Pinacothèque de Paris?  The exhibition Hiroshige, the Art of Travel is running until the 17th March 2013, so there is plenty of time to enjoy Paris in the springtime (or before), and take in a bit of Japanese culture at the same time!  Otherwise, curl up with a good book:  Hiroshige, by Mikhail Uspensky to be precise!  Or, if you would simply like to know more about the art of ukiyo-e and would like to broaden your horizons, try out Hokusai by Edmond de Goncourt.

Sunday, November 11, 2012

Más allá de la oreja de van Gogh

En el mundo en que vivimos, el cotilleo anda a la orden del día. Si es sobre alguien famoso, mejor. Y si es algo malo o políticamente incorrecto que dicho famoso haya hecho o dicho, tienes la seguridad de que cientos de miles de personas pagarán por saberlo. Y eso no ocurre sólo en los «corrillos» (donde, seamos sinceros, el nivel intelectual es muchas veces inferior a la media de la audiencia de HMYV*), sino a niveles artísticos, donde un desliz del pintor/cineasta/músico/... puede provocar el ostracismo de un talentoso individuo.

¿Qué hubiera pasado si, llevados por juicios morales, hubieramos decidido que Quevedo no era digno de atención? Pudo ser un misántropo y un misógino, pero eso no quita para que sus sonetos amorosos sean los mejores escritos en lengua castellana (con permiso de Garcilaso). ¿O si hubiéramos desatendido el Impresionismo por la «laxa moral» de algunos de sus protagonistas? En mi humilde opinión, el Arte debe ser mirado con ojos artísticos, no centrándonos en quién está detrás. Eso son asuntos humanos y lo juzgan tribunales humanos.

 


Retrato de Père Tanguy, 1887.
Óleo sobre lienzo, 92 x 75.
Musée Rodin, París.


 

Y todo esto, ¿a santo de qué?, os preguntaréis. Pues viene a que, por fin, alguien se ha animado a montar una exposición sobre van Gogh mirando más allá del personaje (ese loco que se cortó una oreja y terminó suicidándose con un disparo en el pecho), que si bien ha creado un mito que ha favorecido su celebridad, también ha oscurecido en parte el valor artístico de sus obras (para el público en general, no para los especialistas). Y es que, el bueno de Vincent, era un apasionado del Ukiyo-e, tanto así que coleccionó cientos de ellos y creó un taller en el que se dedicaba a su copia.

 


Japonesería: Ciruelo en flor, 1887.
Óleo sobre lienzo, 55 x 46 cm.
Van Gogh Museum, Ámsterdam.


 


La cortesana, 1887.
Óleo sobre lienzo, 105,5 cm × 60,5 cm.
Van Gogh Museum, Ámsterdam.


 

Acercaos a la Pinacothèque de Paris para disfrutar de esta comparativa entre van Gogh y su admirado Hiroshige en la exposición «Van Gogh et le Japonisme» (enlace en inglés) que se podrá visitar hasta el 17 de marzo de 2013. Si París no es lo tuyo, pero quieres conocer más el van Gogh «artista» de lo que ya conoces el van Gogh «persona», hazte con este ebook firmado por Victoria Charles.

*Hombres, mujeres y viceversa.