Monday, August 19, 2013

Made in el Extranjero

Todos nos sentimos atraídos por lo desconocido. Es innegable el sentimiento de excitación y curiosidad que se despierta en nosotros cuando descubrimos, o estamos en camino de descubrir, un nuevo libro, un nuevo músico, una nueva ciudad, etc. Nuestros sentidos parecen desatarse y concentrarse deliberadamente en el estómago con la intención de mantenernos alerta, como si fueramos una mascota que espera que le lancen la pelota ―sacar la lengua es opcional―. Cuando digo todos, claro, me refiero a las personas que disfrutamos mínimamente de la aventura y lo desconocido, que buscamos constantemente el hallazgo o la sorpresa como forma de mantener un cierto interés, no por ello descuidando lo que ya se conoce, pues ya se sabe lo que decía Alfonso X: «Quemad viejos leños, leed viejos libros, bebed viejos vinos, tened viejos amigos.»

Alfonso X, ilustración de un manuscrito del siglo XIII.

No obstante, esta atracción por lo desconocido y lo lejano genera en ocasiones un interés por aspectos de los que no somos tan críticos como lo seríamos con otros elementos exactamente iguales que tuvieran lugar a nuestro alrededor. Un ejemplo evidente, y con el que espero que estéis de acuerdo, es la música anglosajona. ¿Alguien duda de que si las letras de las canciones de todos esos grupos salidos de la fábrica del pop/rock/indie anglosajón fueran inteligibles a la mayoría de sus adeptos, no tendrían el mismo éxito que tienen los grupos nacionales del mismo corte? Vale que las melodías están más trabajadas y sus sonidos son más intrépidos que los de nuestros representantes populares, pero ¿acaso una melodía pegadiza, que en cualquier caso va a durar lo que supermán en una cabina de teléfono, generaría tantas adulaciones e interés? Lo mismo sucede con los términos ingleses en el habla corriente para darse importancia y presumir de un conocimiento, por lo general ausente. ¿Qué otra cosa si no son las celebrities, losbest seller, losbiopic, loscrack, loscasting, o el acrónimo que está conquistando las redes sociales para expresar que algo nos hace ―mucha― gracia: lol?. Y lo que resulta más sorprendente, ¿por qué en las películas de terror el protagonista siempre abre la puerta aun sabiendo que el monstruo está detrás? Pues porque nos atrae lo desconocido, nada más.

Por eso, si os dijera que existe una exposición en la que se han reunido las figuras de Jesucristo en la cruz más antiguas que se conocen, o las estatuas del Señor más codiciadas por su interés artístico, seguramente se produzca en vuestros cuerpos un ligero alzamiento de hombros como resultado. Ahora bien, si os hablo de una exposición de estatuas de Buda de la época dorada china, de los siglos VI a VIII, lo más probable es que os ―nos― sintamos más atraídos. No hay nada de malo en ello, pues seguramente aprendamos más en la segunda exposición que en la primera, simplemente por el hecho de que en esta última partimos de un conocimiento cercano al cero. Sin embargo, a veces es interesante replantearse el interés que nos despiertan ciertas cosas solo por el hecho de ser desconocidas, sin aplicarles el mismo rasero crítico que a lo familiar y que hace que «flipemos» con lo extranjero.


Personajes del cómic japonés Las vacaciones de Jesús y Buda.




Por cierto, lo de la exposición de las estatuas de Buda es cierto y podéis disfurtarla en el Museo Nacional de Tokio, lo suficientemente lejos como para comenzar a secretar, hasta el 6 de abril de 2013. Su nombre es Chinese Buddhist Sculpturey podéis leer la información pinchando en el nombre de la exposición. Mientras, echadle un vistazo a nuestro volumen sobre el Arte chino (en inglés), compilado por Stephen W. Bushell.

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