En lo primero que pensé cuando supe que tenía que escribir este blog fue en mi abuela y en las figuritas de Lladró que, como cualquier abuela que se precie, tenía en su casa. Luego pensé en las ensaladeras de mi madre, de cerámica de Muel, cuya tradición viene del siglo XIV. Creo que esto último se acerca más al concepto de la porcelana china. Porque ¿cuándo un plato deja de ser un plato para convertirse en obra de arte? ¿es sólo porque ha conseguido superar la prueba de los siglos sin romperse?
Tal vez sea por mi concepto práctico de las cosas, para mí la vajilla puede ser bonita, de calidad, puedo admirar su acabado, el material con el que se ha realizado, la decoración, la maestría del artista... pero nunca será una obra de arte.
Obviamente yo no soy una experta, pero alguien en el Museen Dahlem de Berlín lo es y, afortunadamente para los amantes de la porcelana, no comparte mi opinión. La exposición «China and Prussia. Porcelain and Tea», que conmemora los 300 años del nacimiento de Federico II el Grande, contiene las principales piezas que componían el servicio del rey y se podrá visitar hasta el 31 de diciembre de 2012.
Si te gustan los museos llenos de platos y vasos y prometes estarte quieto y no tocar (como diría mi madre «los ojos los tienes en la cara») puedes acercarte al Museen Dahlem y admirar las magníficas porcelanas en las que en su día comieron y bebieron reyes y emperadores; o quizá te vaya mejor el Musee du quai Branly, en París. Si eres de los que piensa que los ojos están en las manos pero te interesa el tema, mejor hazte con estos libros magníficamente ilustrados que podrás tocar hasta cansarte.
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