Y la verdad es que no es para menos, porque este pintor de cuadros teselados, con colores vivos mezclados con dorado, es uno de los máximos exponentes del simbolismo y su obra no deja indiferente a ningún espectador, o la amas o la odias. Su cuadro El beso ha generado versiones infinitas que han llegado hasta el anime japonés y ha sido uno de los más caros jamás vendidos.
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Gustav Klimt, El beso, 1907-1908.
Óleo, plata y oro sobre lienzo, 180 x 180 cm.
Österreichische Galerie Belvedere, Viena.
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Gustav Klimt, Retrato de Emilie Flöge, 1902.
Óleo sobre lienzo, 181 x 84 cm.
Historisches Museum, Viena.
Sus protagonista, mujeres con una gran carga sensual (y muchas representantes del estereotipo de mujer fatal), seguro que hubieran dado mucho que hablar a uno de sus paisano, Freud. Si a esto le sumamos que, a pesar de tener 14 (!) hijos nunca se decidió a casarse y siguió viviendo con su madre hasta que ésta murió (él le sobrevivió tres años) tenemos ante nosotros un individuo ciertamente peculiar.
Pero como a los artistas hay que juzgarlos por sus obras y no por sus vidas (al menos en terreno artístico), lo mejor es que te acerques a una de las numerosas exposiciones que se llevarán a cabo este año o, si prefieres disfrutarlo con más tranquilidad, te lo lleves a casa en forma de libro.
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