La sociedad patriarcal, que ha desnudado el cuerpo femenino hasta convertirlo en objeto y no contento con ello ha impuesto esa mirada a las propias mujeres de forma que ya ni protestamos al ver los genitales desnudos de una fémina, no soporta ver un hombre desnudo; le parece indecente, inmoral e incluso aberrante. Se siente atacada e indefensa ante la visión de «el padre» aparentemente vulnerable y en una posición de supuesta debilidad (sin mencionar el fantasma de la homosexualidad). Como toda cultura, quiere mantener oculto aquello que venera (en este caso, el falo), libre de riesgos y daños. Hace lo mismo con lo que considera pecaminoso, curiosa coincidencia.
Donatello, David, c. 1440.
Bronce, al.: 158 cm.
Museo Nazionale del Bargello, Florencia.
Y no es que reivindique la cosificación del cuerpo masculino, pero considero que también puede ser bello y objeto de una obra de arte, y no debería causar reacciones como el pudor o el rubor. Es algo natural que ha de ser tomado como tal. El desnudo masculino tiene más de 4.000 años de antiguedad y no porque ahora nos hayamos vuelto unos mojigatos (e hipócritas) de cuidado va a dejar de ser arte. Eso sí, al arte lo que es del arte y al resto otra etiqueta, por favor.
Egon Schiele, El predicador (Autorretrato), 1913.
Lápiz y aguada sobre papel, 47 x 30,8 cm.
Leopold Museum, Viena.
El tema es que el Leopold Museum (en Viena, ciudad cosmopolita y liberal, ya sabéis) tiene una exposición sobre el desnudo masculino que, al parecer, ha levantado ampollas en los sectores conservadores, y otros que no lo son tanto, de la ciudad. Si tienes un rato para acercarte a ver la otra cara del desnudo, puedes hacerlo hasta el 4 de marzo de 2013. Si prefieres disfrutar estas imágenes en la intimidad, no dudes en hacerte con Desnudos o The Story of Men’s Underware (en inglés).
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