John Everett Millais, Ofelia, 1851-1852.
Óleo sobre lienzo, 76,2 x 111,8 cm.
Tate Gallery, Londres.
La doncella que flota ahogada en el río es un ejemplo perfecto del ideal prerrafaelita: joven, pálida, pura y bella, nos recuerda a la Kirsten Dunst de Las vírgenes suicidas y, al igual que pasa con la película de la pequeña de los Coppola, no alcanzamos a entender su tragedia, por más que somos conscientes de que se esconde en cada esquina del cuadro.
Esta estética, cercana a la romática y, como ella, rebosante de emoción, puede parecernos ñoña si la judgamos con ojos de ahora (sólo llamaría la atención a los adolescentes más melancólicos) pero en los tiempos en los que la reina Victoria de Inglaterra impuso la más absoluta sobriedad en lo que a sentimientos se refiere (al parecer sólo de puertas para afuera, los mentideros londinenses podrían relatar un millón de anécdotas sobre ella) supuso una auténtica revolución y desafío a la moral imperante. Pero no todo puede ser emoción y sensaciones desapacibles, y algunos de ellos realmente inspiran calma (como muestra, compara lo que te sugieren los dos cuadros de abajo).
John Brett, El glaciar de Rosenlaui, 1856.
Óleo sobre lienzo, 44,5 x 41,9 cm.
Tate Britain, Londres.
John William Inchbold, Primavera temprana, anterior a 1855.
Óloe sobre lienzo, 53 x 35 cm.
Ashmolean, Oxford.
Déjate llevar por tus emociones y acércate a la exposición «Pre-Raphaelites. Victorian Avant-Garde» que estrenó en septiembre la Tate Britain (Londres) y que se podrá visitar hasta enero del 2013. O si prefieres un ambiente más intimista, llévate a casa sus obras en forma de libro.
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