Tuesday, March 26, 2013

El señor de las sombras

Este podría ser un buen apodo para Michelangelo Merisi da Caravaggio si por casualidad le hiciera falta algún tipo de presentación a este genio del claroscuro del siglo XVI. Aunque no sería únicamente por su maestría en el empleo de las luces y las sombras en sus cuadros, sino que serviría asimismo para describir su vida personal, la cual estuvo acompañada también por la presencia de jugosas tinieblas. Muchas veces hemos oído hablar de la pendenciera vida de este artista que llegó «desnudo» a Roma y que falleció de una manera sin dilucidar, abandonado por todos, cuando intentaba regresar a la capital para obtener el enésimo perdón papal. Son tantas las dudas que se albergan sobre su novelesca vida que puede que el mito y la leyenda que le acompañan sean incluso más conocidos que su obra. De hecho, en la única película que se ha producido sobre Caravaggio (Derek Jarman, 1986) no es que se le represente como un dechado de virtudes artísticas, que también, sino que le vemos jugándose el dinero en partidas a media luz, involucrado en reyertas con maleantes y siempre, o casi siempre, sin sed.

 

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Jugadores de cartas o Partida de cartas, (I bari), 1595.
Óleo sobre lienzo,99 × 107 cm.
Kimbell Art Museum.


 

Es difícil determinar la cantidad de situaciones complicadas en las que se pudo ver envuelto o cuáles fueron los motivos que le llevaron a tener que huir tantas veces ―solo se suelen aducir faltas a la moral, algo que puede abarcar muchos tipos de deslices muy distintos entre ellos―, pero lo que sí se sabe a ciencia cierta es que tuvo que repintar algunos de sus cuadros por la falta de adecuación con el ideal cristiano de la época. Con frecuencia, pintaba a los santos en sus cuadros tomando como modelo personas que escogía de la calle o de los tugurios en los que alternaba. El extremo realismo que caracterizaba a sus cuadros hacía que el público de las obras no viera con buen agrado la fealdad, la voluptuosidad, la ropa gastada, o hasta la mugre con que representaba las figuras bíblicas. No es de extrañar, por tanto, que si su pasión por jugar con todo aquello que bordeara la legalidad, sumado a la provocación que sus obras despertaban en la gente y aderezado con la falta de paciencia que se dice padecía, hiciera que se viera en tesituras dignas de hacer de su vida una digna contendiente de su habilidad artística excepcional, hasta el punto de rivalizar en fama hoy en día con los mismísimos Michelangelo o Leonardo da Vinci.

 

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La muerte de la virgen, 1605/06.
Óleo sobre lienzo, 349 x 245 cm.
Musée du Louvre, París.


 

Para ayudarnos a comprender la relación entre su personalidad y su obra, el LACMA (Los Angeles County Museum of Art) presentaba hace poco una exposición con 56 obras de artistas de Italia, España, Francia y Holanda que retomaron en el siglo XVII el legado de esa belleza y extrañeza que hacían de las obras de Caravaggio una fuente de emociones sublimes. La presencia de ocho obras de este enigmático artista, una cantidad récord en un museo norteamericano, hacía posible observar la evolución del artista y, por medio del análisis de la personalidad del artista, relacionar su pasión, además de su brutalidad, con las cualidades únicas de su trabajo.

Como esta exposición ya nos la hemos perdido y de momento no podremos verla en ningún otro lugar, tendremos que acudir a los excelentes libros de Felix Witting (en inglés): Caravaggio, Michelangelo da Caravaggio y Caravaggio, en los que podremos encontrar una exhaustiva colección de obras del artista, para poder deleitarnos con el juego de luces y sombras que presiden sus pinturas, e imaginar, al observar detenidamente las figuras representadas, el ambiente en el que se movía el mito.

Exposición: Bodies and Shadows: Caravaggio and His Legacy, LACMA.

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